La rutina del s. XXI.
Una vez más, otro día más, la jornada repetitiva, el mismo itinerario, la misma función, el mismo paisaje; los automóviles, las retenciones, los semáforos, buscar aparcamiento. Salir de un parking para buscar otra plaza para aparcar; qué absurdo.
Hoy, como cada día, el portero del aparcamiento subterráneo me da los buenos días con un pitillo en los labios y lagañas resecas en sus párpados. También, como cada día, no soy consciente de que conduzco hasta unos veinte minutos después de arrancar el motor, mientras espero que cambie a verde alguno de los semáforos de la avenida Meridiana.
Y, la Meridiana se curva. Todavía no he conseguido pasar por Fabra y Puig sin tener que detenerme en el semáforo en rojo. ¿Es que para que cambie a verde tiene que haber alguien esperando?
Por fin, la parte más cómica del recorrido. El sistema navegador por GPS no sabe dónde estamos, ni yo, ni él (estúpida máquina): a tramos estoy en la C-58, en la A-18, en la C-33, en la C-17; no sé, tanto da, el caso es que paso bajo el cartel que citaba Francia/Gerona y donde ahora se lee Girona/Montpelier.
Pero yo voy a Sabadell. De manera que he de superar el Coll de Montcada y frenar ligeramente, pues la pendiente genera retenciones. La bajada desde dicho enclave hacia la depresión vallesana es más fluida. Allí, al fondo, se divisan las siluetas del Montseny, el Puig de la Creu y la Mola de derecha a izquierda.
De nuevo otra pendiente, aunque más suave, para superar el complejo comercial Baricentro y divisar, al final de la bajada de la autopista, la uniformada urbanización de bloques de viviendas que hace unos años se erigió en municipio propio: Badia del Vallés. A menudo me he preguntado el origen del nombre, si no tiene mar y la poca agua que la circunvala es una cloaca a cielo abierto.
Una hora más tarde de saludar al portero, minuto arriba minuto abajo, arribo a una de las capitales de la citada comarca. Algún día, ¿alguien se planteará solucionar el problema de movilidad de esta ciudad? ¿Qué hago nuevamente parado en la Gran Via? ¡Qué engañoso nombre!
- ¡Un momento! He visto un hueco para aparcar... Ya está, ya puedo comenzar a trabajar. Justo a tiempo.
Hoy, como cada día, el portero del aparcamiento subterráneo me da los buenos días con un pitillo en los labios y lagañas resecas en sus párpados. También, como cada día, no soy consciente de que conduzco hasta unos veinte minutos después de arrancar el motor, mientras espero que cambie a verde alguno de los semáforos de la avenida Meridiana.
Y, la Meridiana se curva. Todavía no he conseguido pasar por Fabra y Puig sin tener que detenerme en el semáforo en rojo. ¿Es que para que cambie a verde tiene que haber alguien esperando?
Por fin, la parte más cómica del recorrido. El sistema navegador por GPS no sabe dónde estamos, ni yo, ni él (estúpida máquina): a tramos estoy en la C-58, en la A-18, en la C-33, en la C-17; no sé, tanto da, el caso es que paso bajo el cartel que citaba Francia/Gerona y donde ahora se lee Girona/Montpelier.
Pero yo voy a Sabadell. De manera que he de superar el Coll de Montcada y frenar ligeramente, pues la pendiente genera retenciones. La bajada desde dicho enclave hacia la depresión vallesana es más fluida. Allí, al fondo, se divisan las siluetas del Montseny, el Puig de la Creu y la Mola de derecha a izquierda.
De nuevo otra pendiente, aunque más suave, para superar el complejo comercial Baricentro y divisar, al final de la bajada de la autopista, la uniformada urbanización de bloques de viviendas que hace unos años se erigió en municipio propio: Badia del Vallés. A menudo me he preguntado el origen del nombre, si no tiene mar y la poca agua que la circunvala es una cloaca a cielo abierto.
Una hora más tarde de saludar al portero, minuto arriba minuto abajo, arribo a una de las capitales de la citada comarca. Algún día, ¿alguien se planteará solucionar el problema de movilidad de esta ciudad? ¿Qué hago nuevamente parado en la Gran Via? ¡Qué engañoso nombre!
- ¡Un momento! He visto un hueco para aparcar... Ya está, ya puedo comenzar a trabajar. Justo a tiempo.
Comentaris
Ahora pongo yo unos datos, a mi entender estremecedores, que pueden sorprender al lector, parecer imposibles, exagerados, pero ciertos. Si sumamos el tiempo de desplazamiento de todos los catalanes en un día laborable, el resultado es que pasamos 7.610.000 de horas en la carretera al día, a una media de 66,84 minutos por persona. Si nos centramos en el ámbito de la RMB, este tiempo es de 5.617.000 de horas, con un tiempo por persona de 72,70 minutos. Mejor no calcular cuánto tiempo pasamos en la carretera al cabo del año. Mejor será.
Bones festes...
salut
joan
En referència a "anònim" li comento:
Pues sí, los datos que expones son unos de los indicativos que nuestro modelo territorial está caducado y es insostenible; y, quiero decir insostenible porque no se sostiene por ningún lado.
Pero, aún así, seguimos la tendencia. A los municipios que promueven la edificación dispersa para atraer capital en sus deficitarias economías se les debería sancionar retirándoles parte del presupuesto municipal, ya que conllevan gastos a la sociedad en genaral per unos perjuicios locales: más carreteras, más ferrocarril, más centros de salud, educacionales, etc. todos ellos también dispersos por el terriotorio.
Acabo, celebrando tan barroco pero excelente vocabulario del primer párrafo. Muchísimas gracias y suerte en años venideros.