La primera bebida...
Con todo, puedo asegurar que entre las 15:00 y las 16:00 horas de un caluroso día de julio, mi padre me dejó en la acera de plaza España y caminé hasta la jefatura provincial de tráfico. Las palabras de mi progenitor fueron concisas:
-¡Coñac! Una copa de coñac te aflojará los nervios y todo irá perfecto.
En un bar, al lado de la puerta de entrada donde tenía que entrar a examinarme de la teoría del carné de conducir motocicletas, entré y pedí una copa de coñac. Mientras el camarero llenaba la copa de aquel líquido color caoba, mi estómago se endurecía y mi boca salivaba al tiempo que me preguntaba si sería yo capaz.
El primer sorbo quemó, quemó los labios y lengua por completo y no me atrevía a tragarlo. Deduje que era mejor hacerlo que quemarme las encías.
El segundo sorbo, no sólo quemó toda la boca que había empezado a dormirse, sino que también iba escociendo a medida que se precipitaba esófago abajo hasta caer al estómago.
Vinieron el tercero, el cuarto y el quinto sorbo.
A diez minutos para entrar, todavía quedaba media copa por beber. Bajo la mirada sonriente del camarero me hice el valiente, el hombre, el tonto; y, bebí..., bebí todo el líquido que ahora parecía una mezcla de zumo de pomelo y vino tinto. Recuerdo que salí del bar más calmado que había entrado, sí, pero no recuerdo nada más.
Sólo sé que aprobé.
Comentaris
Pd: abans de l’examen pràctic vas fer el mateix?