Plagiando a Borges...

Quisiera saber si continúo con mis trastornos del sueño, o si por el contrario necesito tratamiento psiquiátrico.
Hoy he repetido, o no, el ejercicio de ir al centro médico para pedir consejo sobre mi comportamiento en las últimas semanas. Tengo ciertas dudas sobre la realidad o ficción de mis actos y me temo algún tipo de enfermedad grave del cerebro.


Hoy, sin embargo, he tenido respuestas que no tuve o que creí no tener ayer. Con la misma intención que hoy, en el hoy de hace 24 horas visité, o he visitado, también el centro médico.

Al entrar, me informan que me atenderán en el primer piso. Un gran pasillo ancho repleto de sillas de madera es la sala de espera. Me acomodo al lado de un anciano en una de las sillas de diseño de dicha sala. Una extraña sensación me invade. Le conozco. Parezco yo. Con sólo verme él exclama:
-¡Oh, qué dulce sueño! Que apuesto que era cuarenta años atrás. Debo estar a punto de morir, sino no entendería por qué tengo sueños de mi juventud.
-Pero, ¿qué dice? Es un sueño dentro de un sueño; o..., no, sólo es una pesadilla.
-Yo he venido aquí –dice el anciano-, como hago desde hace cuatro décadas, a visitarme para una revisión. ¿O es un sueño? No lo sé, hace años que me pasa.
-Un sueño que duda que sueña y que soy yo soñando –exclamo asombrado y confuso-. ¿Qué está pasando?
-Dada mi edad, y experiencia, creo que lo mejor será dejarnos llevar por lo aparente e imaginar que somos la misma persona en dos tiempos diferentes –intenta relajarme la voz anciana-.
-Dada mi edad, y formación, eso no es posible y la única explicación coherente se denomina pesadilla –le replico-.
-Llámale como quieras, pero aquí, donde sea, estamos los dos..., y lo quieras o no, somos un sólo individuo.
-Pero si eres, como dices, “yo”, ¿por qué vistes tan mal y tienes una presencia tan descuidada?
-La rueda de la fortuna, querido César. Estoy sólo, sin nadie con quien conversar ni pasar el tiempo, sin ahorros, sin mujer, sin renombre.
-Pero, si te tuviera que creer, eso no es posible. Yo siempre idealicé mi futuro y tenía claro que tendría una vejez placentera, plena de triunfos, virtuosa en amistades y acompañado del amor de mi vida.
-¡No, no! Tu egoísmo excluyó por completo la felicidad en el amor. Tu orgullo, los buenos trabajos. Y, tu falta de dedicación un brillante futuro.
-Pero, si constantemente invierto en formación en mí. No es egoísmo, es visión de futuro acorde con la sociedad actual.
-Cierras los ojos a la realidad, y esto irá en aumento. Un día, ya será demasiado tarde.
-No creo que sea así, tengo preferencias pero siempre incluyen a los que me rodean.
-¡Te rodea tan poca gente! –Exclama el anciano irónicamente-.
-¡No eres más que una pesadilla! –Le replico-.
-A lo mejor, no soy más que la visión que tu ego ve en ti mismo, el futuro de lo que serás si continúas como hasta ahora.
-Quiero despertar. ¡Desaparece!
-O, a lo mejor sí que triunfé, triunfaste, en la vida. Y, genero un tercer personaje para que te provoque un motivo de cambio urgente que me haga a mí existir: el César de setenta y cinco años que ha visto sus sueños cumplidos.
-¡Estás loco de atar! Debo estar loco.
-No más que de costumbre –expresa en tono cómico el anciano-. Recuerda por qué estamos aquí los dos.
-A ver. Si tú eres yo, y yo seré tú, ¿quién de los dos es real?
-Yo tengo un problema. No sé diferenciar si recuerdo o sueño; es decir, que no sé si te estoy recordando cuando yo era joven o, estoy soñando que hablo conmigo cuando era más joven. Pero, que yo soy César Pasadas está muy claro. A lo peor, incluso he muerto ya y esto es el último fogonazo de energía del cerebro que hace que vea mi propia imagen como querría haberla conservado siempre: joven, audaz, sensato, enérgico, atractivo.
-Pero, yo no puedo ser un fogonazo; yo soy yo. He venido al médico y te he encontrado aquí.
-¿Estás seguro de eso? Recuerda y cita en voz alta el por qué de tu visita al médico.
-Tengo trastornos del sueño. A veces confundo realidad con ficción. Decidido, ¡tú eres una pesadilla!
-¡No! Mal hecho. Tus trastornos te han llevado aquí y lo continuaran haciendo cuarenta años más, pero por favor, hazme caso y cambia si no quieres verte como tu crees que me ves.

Sé que lo harás.

Sé que marché del centro médico sin llegar a entrevistarme, imagino que huyendo de tal atroz sueño, o a unas malas, de tal horror de individuo. El caso es que a día de hoy volví y el médico me dijo:
-Un solo cambio no es suficiente en tu vida. Ya has dejado el alcohol y otros hábitos. Ahora, intenta recobrar tu pasado: tus amistades, tu trabajo, tu familia...y, llegarás a ser una anciano feliz algún día.

Cèsar Pasadas



Comentaris

Anònim ha dit…
Es un muy buen escrito pero deja un poquito estraño al que lo lee, sobretodo al final.

Espero que sólo sea eso, un intento o inspiración de plagio a una obra de Borges, y no, el transcurso de tu propia vida.

Que tengas mucha salud.
Gracias por tu visita,amigo de tierras lejanas,sin duda que nuestros afectos son "un piso" importante,el final del relato tiene mucho peso,aunque muchas veces tenemos que aprender a aceptar a los cercanos como son.....siiiii en noviembre nace Ian mi primer nieto.Te mando un abrazo grandote!
Anònim ha dit…
Un texto para releer con calma. Las cosas de la mente siempre hay que repasarlas. Parece una idea para una buena película!
Cèsar Pasadas ha dit…
Gracias, amigo Javier por tu lectura y comentario, así como por tus deseos.

A María, volverla a felicitar por esa nueva vida que està a punto de llegar, que seguro renovará todo tipo de esperanzas.

A José-Angel, agradecerle la visita i el comentario, así com la idea, aunque sinceramente, dudo que no exista ya una trama novelesca de tal tipo pasada al celuloide.

Moltes mercès a tots i totes.
Anònim ha dit…
Te felicito por este texto, me gusta mucho la idea y el final te da una luz que te deja pensativo.
Acabo de descubrirlo, en medio de un navegar a la deriva por estos espacios...
un abrazo!

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